
En 21 kilómetros, uno tiene tiempo para pensar muchas cosas, hasta para hacer un paralelo entre la carrera y la vida misma, o incluso percibir muchas imágenes que seguramente también las grabaran otros corredores.
Me encantan y cada uno de los sentimientos que se despiertan alrededor y trato de no perderme nada de ella. Por eso voy corriendo con mi cuerpo y envolviéndome con el entorno. Incluso no corro con música para poder percibir todo lo externo.
El domingo pasado fue la media maratón de Rionegro. Era la tercera vez que la corría, por lo que era un recorrido que ya conocía, pero que no deja de ser duro por tener buenas lomas.
Me preparé con gel y gomitas como para una maratón. Un poco prevenida para no morir en el intento, porque no sabía en realidad como sería mi rendimiento, ya que hice pocos fondos por estos días. Sabía que contaba con mis piernas que tienen buen kilometraje y preparación, y no olvidan lo que es correr una media maratón. Tienen buena memoria.
Una de las mejores sensaciones en una carrera, es el momento en el cual estamos preparados todos los corredores en la salida esperando la largada. Si uno hace un sondeo alrededor, ve caras alegres, caras ansiosas… unos saltan, otros gritan, y otros se dan besos y abrazos de buena suerte… o terminan de planear las últimas estrategias de carrera.
Una vez dan la salida, comienza uno muy acompañado, mientras va cogiendo velocidad, empieza a pasar gente y se va acomodando a su paso. Mi reloj empezó con el chip, pero esta vez no lo quise mirar para ver a cuanto iba y porqué tan lento. O más bien no quería predisponerme mucho… y es entonces cuando voy detrás de dos señores que hablan entre ellos: “Y hoy qué, ¿cuánto piensas hacer?”. “ Nada, hoy voy suave, es que apenas estoy empezando de nuevo a trotar. Hoy por lo menos llegar y por debajo de las dos horas”. “Si yo voy igual, es que no he trotado nada”...
Y entonces recordé porqué estaba ahí en esa carrera. Nadie me había obligado. Yo fui solita hasta la taquilla de la liga y compré la inscripción. Corría por mi… no importaba si llegaba de última o primera. No debe uno predisponerse sin haber empezado a recorrerla. Era un oportunidad poder estar corriendo ese día y darle ese regalo a mi cuerpo y mi mente. Y comienzo a pensar que en ocasiones es importante simplemente dejarse llevar y limitarse a sentir y vivir el momento. No pensar en el mañana, o en la meta. El futuro es incierto y no sabemos con exactitud, ni podemos asegurar, lo que pueda pasar. Preocuparse por él no vale la pena, porque no hay respuestas absolutas y mucho menos certeras.
En el presente, podemos decidir, encontrar que queremos y definir para dónde vamos. Para empezar a construirlo en ese mismo instante, pero sabiendo que en el mañana tal vez, todo pueda cambiar, y nuestras decisiones pierdan su valor al ser arrastradas por el tiempo. O que por factores externos se salgan de nuestras manos, igual existirán otras herramientas para decidir cómo afrontarlas... Como el hermoso sol, que nos acompañaba ese día en la carrera, que te deshidrata poco a poco a medida que trotas, pero donde siempre tienes agua para contrarrestarlo, y chorritos que bañan tu cuerpo y te refrescan para continuar. O agradecer que vas a terminar con un buen bronceado…es otra opción…
Tuve muchos acompañantes, y más cuando ven a una niña sola y a “buen ritmo”. Eso me gusta mucho en las carreras. Te conviertes más que en su compañía, en su motor, se pegan a tu espalda y a tu paso. Para otros, podrás convertirte en el turbo, donde apenas los pasas, les das en el orgullo y arrancan con más ganas… así los alcances de nuevo unos metros más adelante. O los que se convierten en “consejeros” pensando que uno nunca ha corrido antes, dando tips para el recorrido, aunque pienso que a veces esos consejos no son ni siquiera para quien los escucha… son más para ellos mismos. Un mecanismo o estrategia de defensa de la mente. Igual uno los deja hablar. Y la mejor parte… los que dan ánimo, como participantes o espectadores… es motivador.
En el recorrido…siempre encontrarás miles de oportunidades, situaciones y personas. No falta el que por el taco de los carros pita impaciente, o las ciclistas que se convierten en parte de la carrera. O algo muy común por estos días de elecciones: un megáfono con el jingle de zuluaga presidente… hasta en las carreras haciendo campaña… por dios, ¡dejen descansar!
Hace mucho no pensaba que quisiera caminar mientras corría. Pero no lo hice. Y siempre se da uno cuenta, que creer que el cuerpo no da más, es mentira. El cuerpo y la mente siempre pueden dar más. Solo que es más fácil parar en la primera dificultad, en la primera excusa. Trato de pensar siempre que luego tendré tiempo para estirar las piernas y descansar… mientras tanto, toca dar todo lo que uno cree tener en esos 21 kilómetros.
Y aunque al final sufrí un poco, el recorrido fue muy rápido. De un momento a otro ya estaba pasando frente al helicóptero… y más adelante, sólo restaban 3 kilómetros a la meta.
La forma como ponen los letreros en Rionegro, es a la inversa que en otras carreras. Pero debo admitir que en mi caso, funciona más saber que me falta, a que me cuenten lo que llevo. A otros, los motiva más saber lo que ya han recorrido. Pero cuando sé que me falta, traduzco esos kilómetros en distancias que ya conozco… 3 kilómetros igual a 7 vueltas y media a la pista, o es como ir de mi casa hasta el mall de los balsos y volver… así corro más en confianza.
La mejor parte… fue que sentí que ese día me devolvieron un favor que nunca hice.
Unos meses atrás corrí mi primera maratón, donde comenté que un trotador llegó detrás de mi agradeciéndome en la llegada: "Niña gracias, de no haber sido por usted, no hubiera llegado" me dice mi compañero de recorrido que hasta el final me siguió, excepto los últimos 50 metros donde la felicidad de cruzar el arco me invadió y me le solté… marzo 26 de 2014.
Esta misma persona me alcanza en el último kilómetro donde ya pensaba no dar más… él me motiva y me dice que ya estábamos a escasos 500 metros, y que íbamos a buen tiempo. Me fui con él… y cuando giramos para entrar al pueblo, vi el arco rojo de la meta al frente y las personas alrededor motivando la llegada… es imposible no apretar un poco y llegar con lo que todavía queda.
Esta vez, mientras yo corría a toda velocidad, mi compañero se tomaba la foto de la llegada, y sentía detrás llegar otros compañeros trotadores de zenú… ¡llegué con los salchichones! pensé… y piso el tapete rojo que pone el punto final al tiempo del chip de este año… 10 de junio de 2014.

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